Artes Marciales y Defensa Personal

Aunque la gran mayoría de artes marciales tienen raíz en la defensa personal o en el entrenamiento militar, actualmente el mayor porcentaje de practicantes de estas antiguas disciplinas lo hacen más por razones deportivas, recreativas o de salud. En proporción al número de practicantes, son muy pocos quienes han tenido que defender su vida y aplicar el arte en una situación de alto riesgo, pero también resulta deseable para la mayoría saber que el potencial de defensa está presente en su entrenamiento. El enfoque defensivo es una de las posibilidades que brindan las arte marciales, pero no representa su totalidad. Por lo tanto, la diferencia potencial entre las artes marciales (como se entienden hoy en día) y la defensa personal radica en cómo se estructura y enfoca el entrenamiento..

En primer lugar, el entrenamiento marcial es normalmente exhaustivo y completo, pues trabaja fuerza, explosividad, flexibilidad, agilidad, reflejos, resistencia aeróbica y anaeróbica y estado mental. Esto lo hace atractivo como ejercicio funcional integral. Puede resultar útil tanto para alguien que quiera bajar de peso por salud como para quien desea lograr más agilidad o atleticismo en general.

A nivel cultural las artes marciales también juegan un papel significativo, pues las competencias deportivas y la exhibición de habilidades han existido a lo largo de la historia de la humanidad, representando la fuerza de un grupo, nación, comunidad o tradición. Son espectáculos y símbolos. Antiguamente muchos espectáculos competitivos contaban con la participación de personas que realmente luchaban en situaciones potencialmente letales. Su destreza en situaciones de riesgo les aportaba ventajas en la competencia deportiva, y a su vez la práctica segura de la competición les permitía prepararse para aspectos del combate real.

Entrenando un arte marcial a fondo, de manera integral, es posible lograr un dominio de varios propósitos, el de resultar creativo y adaptativo desde un sin fin de respuestas ante lo imprevisible, o el de lograr mantener el control dentro de una serie de reglas de juego que enmarcan la práctica en condiciones de mayor seguridad y posibilidad de evaluación, o incluso, de espectaularidad.

Las reglas de la defensa personal (si las hay) son autoimpuestas, y muchas veces transgreden la ley y los paradigmas éticos y morales. Cada situación es diferente. Por sí sola, la defensa personal podría prescindir de estar vinculada con un sistema de pensamiento o tradición, basarse en la ciencia actual o en diferentes conocimientos para resultar altamente efectiva, como es el caso del entrenamiento policial, militar o de cuerpos de seguridad. En este sentido, puede resultar más eficiente para el aprendizaje rápido y actualizado de un sistema de defensa desligarse de ambigüdades, de aquello que fue añadido con fines estéticos, simbólicos o competitivos. Ignorar los malentendidos generados por paso del tiempo (leyendas, mitos), los aspectos políticos y la idealización o romantización de la tradición en sí misma que a veces no permite la evolución del arte (cuando por ejemplo el sistema se muestra deficiente en cubrir algunos aspectos, pero se conserva, se mitifica y continúa enseñando así para preservar prestigio, una tradición familiar o cultural).

En su comienzo, las normas sociales que motivaron la creación del entrenamiento marcial eran bastante diferentes a las actuales, desde códigos de honor hasta prácticas de tortura, asalto o asesinato estandarizadas, secretas y/o institucionalizadas. Algunos sistemas fueron desarrollados por familias, pequeñas comunidades o incluso grupos religiosos. En todos los casos, una de sus prioridades inamovibles era su efectividad. El contexto actual e incluso el de hace cien años es muy distinto al de la creación de las artes, que puede llegar a miles de años atrás.

Sin un entorno tan amenazante, la necesidad de invertir tiempo en el arte como método de defensa no resulta tan significativa. Sus técnicas dejan de aplicarse en todo su potencial, naturalmente, y entran a hacer parte de un mercado de servicios, donde la demanda enfocada hacia la competencia deportiva, la recreación o la salud es mayor. Como ejercicio o deporte suplen necesidades personales y colectivas, por lo que gran parte de la disciplina puede llegar a sobrvivir en forma de cultura.

El combate deportivo se enmarca en unas reglas de juego. En un escenario de alto riesgo, el combate físico a veces ni siquiera ocurre. En este órden de ideas, la defensa personal también tiene el objetivo de evitar el combate, de buscar cómo reaccionar de la mejor manera para reducir los riesgos al máximo. Esta visión la comparten muchas artes marciales de manera implícita cuando van ligadas a todo un sistema de pensamiento holístico, a una filosofía de vida («La mejor victoria frente al enemigo es conquistarle sin enfrentarse» – Dao De Jing, 68).

Pero cuando un aspecto comienza a priorizarse por encima de los demás, el arte marcial pierde su integralidad y por lo tanto puede también perder efectividad. Por ejemplo, quien solo se acostumbra al combate deportivo de patadas y puños a lugares específicos del cuerpo, o quien solo trabaja agarres pero no golpes, puede verse sorprendido cuando en un combate sin normas el oponente le golpee la rodilla. O por otro lado, incluso si la situación de riesgo y la necesidad de defenderse nunca llegan, quien sólo practica la parte correspondiente al trabajo individual de un arte (katas, taolus, formas) sin enfrentarse a un oponente, también deja de lado parte muy importante de un entrenamiento integral que es la adaptabilidad frente a lo imprevisible junto con la sensibilidad, receptividad y reacción al entorno. Si la mente se condiciona y acostumbra a una serie de estimulos y respuestas limitado, la eficacia se ve reducida.

Muchas disciplinas también utilizan algunas armas que hoy en día pueden no resultar tan relevantes. Pero su uso puede extrapolarse a objetos que pueden resultar útiles en una emergencia. Pero muchas armas también atraen estéticamente, crean una imagen de poder y abren otras posibilidades de competición.

Lo más importante es entender el propósito y contexto personal para considerar el etrenamiento más adecuado. Cuestionarse para realizar un trabajo más efectivo y honesto. Un arte marcial puede, y en esencia debe, integrar al máximo posible. Puede limitarse a una sola faceta o a unas pocas, como la salud, la recreación, o como símbolo de empoderamiento, si esto satisface las necesidades personales, pero entendiendo que se está empleando una forma de entrenamiento con un propósito limitado, y que por tanto no se está entrenando la completitud del arte.

Si logramos hallar y captar la esencia de un sistema de entrenamiento coherente con nuestra filosofía de vida, que ha pasado las pruebas del tiempo por su efectividad, y que puede trabajarse holísticamente, nuestra capacidad de adaptabilidad, nuestro estado físico y la capacidad de respuesta asertiva frente a las adversidades, aumentarán de manera natural junto con la sensación de bienestar.

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