Entrenamiento Funcional

Aunque cada vez entedemos mejor la relación entre bienestar físico y psicológico, queremos cuidar más de nuestro cuerpo e inscribirnos en diferentes programas de ejercicio, es importante que recordar no todo trabajo físico es beneficioso.

La calidad del ejercicio que hagamos y sus beneficios en términos de aptitud física, bienestar y prevención de enfermedades, depende mucho de la correcta ejecución de las técnicas, el trabajo integral, la adecuada intensidad y/o frecuencia de la actividad, pero sobretodo, del auto-conocimiento, del desarrollo de un criterio propio confiable, de la capacidad de escuchar a nuestro cuerpo. Cada uno es significativamente distinto.

Poco a poco se reconoce más la importancia del entrenamiento funcional, es decir, aquel que sirve rigurosamente a un propósito significativo para la persona. Los equipos de gimnasios, máquinas y muchos ejercicios que trabajan músculos aislados o movimientos artificiales con el propósito de transformar la apariencia física o elevar la frecuencia cardíaca no resultan necesariamente funcionales, integrales ni saludables por numerosas razones.

Primero, el ser humano ha evolucionado adaptándose a movimientos complejos que utilizan el cuerpo como una totalidad coordinada, como por ejemplo correr, trepar, escalar, nadar, levantar peso, empujar, halar, etc. Las aptitudes físicas animales no se desarrollan fragmentando el cuerpo en partes ni restringiendo su movimiento natural.

Sin embargo, a veces la apariencia de las cosas y la inmediatez para obtenerlas resultan más valoradas que su verdadera eficacia. Trabajar con maquinaria que permite ahorrarse el aprendizaje de la técnica o su correcta ejecución, y enfocándose solo en un componente de la condición física (desarrollando solo la masa múscular o la resistencia cardiovascular, por ejemplo, pero dejando de lado flexibilidad, la coordinación o el equilibrio), puede permitir resultados casi inmediatos, pero descuida e incluso atrofia una estructura corporal funcional y preventiva. Es vital, por ejemplo, trabajar la movilidad articular, involucrar a los músculos establizadores, desarrollar el equilibrio, y la conciencia corporal (propiocepción).

En relación al entrenamiento de fuerza, podemos resaltar que el volumen de un músculo no indica necesariamente su fuerza. Por un lado está la cantidad y cualidad de las fibras contractoras, por otro lado, la cantidad de líquido que se almacena en las fibras. Además, tenemos dos tipos de fibras: unas se contraen rápidamente, resisten más tensión pero se agotan más rápido; las otras están más especializadas para realizar movimientos de menor intensidad persistentes en el tiempo.

En contraparte a ejercicios no tan funcionales de fuerza, están las pesas libres o la calistenia. Esta última utiliza el peso del propio cuerpo para generar resistencia. Aunque es posible hacer un mayor énfasis en un grupo muscular, todo el cuerpo se ve siempre involucrado en su propia estabilidad, funcionando como una estructura integrada y equilibrada.

Pongamos el caso de la prensa de banco de máquina vs. las flexiones. En la primera, vemos que es posible realizar el movimiento sin tener que controlar su estabilidad o trayectoria, puesto que de ello se encarga la máquina y el banco. Esto saca de la fórmula, en gran medida, a otros músculos muy importantes estructuralmente como los estabilizadores del hombro, los músculos intercostales, dorsales, abdominales, cadera e incluso músculos de la pierna, que están evidentemente activados en una flexión bien ejecutada. Algunas personas que ponen 200 kilos a la prensa de piernas (inclinada) se sorprenden porque no pueden hacer una sentadilla profunda.

A la hora de afrontar actividades reales donde no existe la estabilidad artificial proporcionada por las máquinas, la debilidad de los músculos estabilizadores, junto con la ausencia de suficiente coordinación y propiocepción, puede llevar con mucha mayor facilidad a la lesión, y a largo plazo, a los desbalances posturales y a la pérdida de flexibilidad y movilidad.

No sobra recordar que la calistenia es muy versátil, cada ejercicio ofece un sinfín de variaciones, y diferentes principios mecánicos pueden manipularse para aumentar significativamente la tensión sobre un grupo muscular, permitiendo el progreso a medida que se gana en fuerza. (Ver por ejemplo, progresiones de la sentadilla).

La importancia de la resistencia cardiovascular también resulta un tema debatible. Efectivamente trabajarla en cierta medida aporta gran cantidad de beneficios a la salud cardiovascular, pero evolutivamente hablando, son muy pocos los grupos humanos que han tenido que adaptarse a actividades físicas de la intensidad y duración de correr una maratón. Las carreras de distancias más cortas y de mayor intensidad resultan más adaptativas, por ejemplo.

Trotar durante media o una hora varias veces a la semana normalmente resulta nocivo para las articulaciones, especialmente si se utiliza calzado inadecuado (con exceso de soporte o de amortiguación, que atrofia los músculos estabilizadores y amortiguadores de piernas y pies), o si se emplea una técnica incorrecta (como caer sobre el talón). Si el cuerpo ya tiene desbalances previos o pequeñas lesiones articulares que se dejan sin corregir, el impacto repetitivo que se genera al trotar también es contraproducente.

Habrá que preguntarse, ¿Resulta funcional o útil esta actividad para el día a día de la persona y coherente con su propósito de aptitud física, bienestar y/o salud? Depende de sus intereses, pero si su interés es prevenir las enfermedade cardiovasculares o mejorar su condición física general para una mejor vejez, probablemente es más conveniente eliminar el consumo de grasas trans y azúcares, realizar ejercicios cardiovasculares o de resistencia de mayor intensidad y menor duración, y/o trabajar en la estabilidad y movilidad corporal.

¿Inmediatez y apariencia o eficacia y perseverancia?

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